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José María Urbina (1852- 1856)

(Píllaro, Tungurahua, 19 de marzo de 1804  4 de septiembre de 1891).Presidente de Ecuador, desde el 13 de julio de 1852 hasta el 16 de octubre de 1856. Fue el pionero en la abolición de la esclavitud.

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Realizó sus estudios en la Escuela Náutica y participó en las últimas luchas emancipadoras.
Una vez desterrado Diego de Noboa se declaró como Jefe Supremo, lanzando el programa “Guerra a los déspotas, paz a los vecinos fraternidad entre ecuatorianos”. Entre febrero a junio de 1852 se intentó nuevamente una invasión floreana que volvió a fracasar. Urbina formó, buscando el apoyo de los contingentes africanos del Guayas, un Ejército Nacional de negros, los “Tauras”. En su administración expulsó a los jesuitas que llegaron al país en 1851, esto despertó el odio de los conservadores, acción que lo hizo por la influencia económica, política y social de esta congregación religiosa, a más de congratularse con sus similares de Nueva Granada, López y Obando. 
También implemento en el país los estudios libres para los estudiantes secundarios y universitarios lo cual produjo un funesto atraso cultural. Sin embargo su administración tuvo luces y es que en su gobierno con el decreto del 25 de julio de 1851 se abole la esclavitud en nuestro país. Murió en Guayaquil el 4 de septiembre de 1891, a los 83 años de edad.
Urbina dominó el período marcista desde su adhesión al triunvirato de 1845 pese a su condición de gobernador de Flores, hasta su apoyo decisivo al presidente Francisco Robles entre 1856 y 1859. Su influjo en los años marcistas fue tridimensional; horizontalmente, arbitrando entre la Sierra y la Costa e inclinándose a la Costa sur; verticalmente, con su preocupación por los estratos marginados; transversalmente, posibilitando el que las generaciones herederas de las bases populares chihuahuas de 1834 se formaran en la generación montonera del alfarismo de 1895. El español Gabriel Femández de Urbina y Olarte, ministro tesorero de las Cajas Reales, viudo, escogió por compañera a Rosa Viteri. De esa unión nació Urbina, en Píllaro. Fue bautizado en Quito y no entrado aún en la adolescencia se marchó a Guayaquil donde el general Juan Illingworth Hunt lo educó.
Llegó al poder mediante un golpe de estado a Diego Noboa. Urbina no pudo convocar enseguida una Asamblea Constituyente para legitimar su poder porque tuvo que combatir una nueva invasión de Flores apoyada por el Perú y los conservadores de casa adentro. Una vez que hubo sofocado este doble peligro con energía, diplomacia, sobornos y el talento militar del general Robles, convocó la Asamblea que, luego de reformar la Constitución, lo eligió presidente por 23 votos contra 12 de Francisco Xavier Aguirre.
La Asamblea excitó al presidente a expulsar a los jesuitas. Tras alguna vacilación combatida por el ministro de Colombia en Quito, los sacó del país. Salidos los padres jesuitas, Colombia prometió a Ecuador "una paz permanente". Entonces Urbina reclamó a Perú satisfacciones e indemnización por la ayuda prestada a Flores, el invasor, y todo se arregló con un Convenio de Paz. A cuatro días de firmado el Convenio, el Gobierno peruano creaba el departamento de Loreto en la margen izquierda del Amazonas. Ecuador protestó; Perú adujo la Cédula Real de 1802, la Asamblea Constituyente le negó validez y declaró la libre navegación de los afluentes en la margen izquierda del Amazonas. También la Asamblea autorizó que el presidente consolidara los intereses atrasados de la deuda inglesa contraída para financiar las guerras de la Independencia. La deuda subía a 424.000 libras esterlinas; y los intereses, a casi dos millones y medio de libras. La consolidación dejó la deuda en 1'820.000, suma sobre la cual habría que emitir "bonos ecuatorianos de la deuda externa consolidada". El resto de intereses vencidos por 1'480.000 libras se descompuso en un descuento de 400.000 esterlinas concedido por los tenedores ingleses, 516.000 libras traspasadas en bonos a la deuda peruana, como pago por la ayuda ecuatoriana a ese país en la Independencia, y el sobrante de 566.000 esterlinas en certificados agrarios para la concesión de 100.00 cuadras cuadradas de terrenos baldíos a la Ecuador Land Company. Esta negociación fue oficializada en el Convenio Espinel-Mocatta, apellidos del ministro ecuatoriano y del representante de los tenedores de bonos.
 Todas estas medidas requerían el apoyo del pueblo y el sostén de las armas. El pueblo estaba con él, pero le faltaba organización y presencia ciudadana. Así pues, consolidó el Ejército poniendo los sueldos al día en la medida de lo posible, alfabetizándolo, mejorando el equipo armado y logístico. y usando como fuerza de convicción a los afroecuatorianos libertos los temidos "tauras", a quienes llamaba con finura volteriana sus "canónigos". Con lo más "selecto" de ellos formó su guardia personal. Los "tauras" reprimieron con eficacia a floreanos y golpistas. De allí "el terror sin sangre", porque Urbina "ablandaba" sin llegar al asesinato. De hecho, la Constitución de 1852 había suprimido la pena de muerte por delitos políticos. También trató de secularizar la cultura de la época librándola de la tutela de la Iglesia Católica; a ello apuntaba la Ley de Libertad de Estudios; pero no atacó al clero e incluso incorporó al arzobispo de Quito en el Consejo de Gobierno. Urbina planeaba continuar su obra. Para ello movió los recursos del poder y de su astucia en la elección de sucesor. Urbina, sin embargo, no previó la violencia de la reacción terrateniente que se había fortalecido desde el nacimiento de la República. Según datos consignados por el sociohistoriador Rafael Quintero, las haciendas de la Sierra Norte habían aumentado de 159 en 1830 a 775 hacia 1860, y estaban en manos de las familias principales y de la Iglesia. De este sector, en buena parte, iba a nacer la crisis que cortó la obra del sucesor de Urbina, Francisco Robles, y sumió la Nación en una crisis de muerte.


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